El tiempo pone las cosas en su lugar. Y si no, hay
que esperar un poco más. Todo llega. Dos décadas tuvieron que pasar para que se
empiece a hacer justicia con Pilar Lorengar, la eximia soprano aragonesa
fallecida en 1996 a los 68 años. Lorengar no es la primera estrella del canto
lírico español que acude a la memoria; es cierto que antes están Montserrat
Caballé, Victoria de los Ángeles y Teresa Berganza, por derecho propio. No
obstante, Lorengar bien podría – y debe – integrar ese cuarteto glorioso; cada
una diferente, cada una representante de una tradición vocal que se remonta a
siglos.
El documental de Arturo Méndiz Pilar Lorengar, voz y misterio es
un flamante DVD que viene a reparar en gran parte ese olvido. El director
recopila arias y escenas de su extensa carrera, extractos de reportajes y deja
a sus parientes, colegas y amigos contar quién era Pilar, la mejor manera de
trazar un personaje elusivo, sencillo y poco dado a la publicidad. Una mujer
sufrida y una artista hecha y derecha cuyo único trabajo era su voz, y qué voz.
Nacida a poco de finalizada la Guerra Civil, ya en
plena Segunda Guerra Mundial, sufrió una infancia de privaciones y pobreza
extrema, según nos lo hace saber su hermanastro. Una vida como salida de
Dickens: padre alcohólico que abandonó a su familia, dos de sus cuatro hermanos
sucumbieron a la enfermedad, un tercero fue dado en adopción y ella fue
internada en un colegio de monjas durante siete años. Pero nada detuvo a Pilar
Lorengar, que cantaba literalmente desde la cuna y que como “Loren Garcy”
costearía sus estudios cantando en cafés-concert en Madrid, donde su maestra
fue la gran Ángeles Ottein. Debutó profesionalmente en el teatro de Orán, Argelia
en la zarzuela Maruxa.
El mal llamado género chico sentó los cimientos para su
consagración, incluso filmó dos películas – Último día y Las
últimas banderas – y de allí saltó a la ópera. Todos salieron
ganando.
El festival de Aix-en-Provence, Glyndebourne,
Covent Garden y el Colón de Buenos Aires, donde estrenó mundialmente en 1958 La Zapatera Prodigiosa de
Juan José Castro, dirigida por Margarita Xirgú: fueron los trampolines a la
fama. En 1961 llega Berlín y su vida cambia para siempre. Allí se casa, hace su
nido y obtiene un contrato que será de “por vida” en la reconstruida Deutsche
Oper de la Bismarckstrasse. Participa en su triunfal reinauguración como Donna
Elvira en Don
Giovanni meses después de la súbita construcción del muro que
dividiría la ciudad hasta 1989; una noche célebre con Ferenc Fricsay, Dietrich
Fischer Dieskau, Walter Berry y la veterana Elisabeth Grümmer, su contraparte,
la otra grandísima soprano que también hizo del nuevo Berlín, su hogar. Pilar
será su sucesora en esa casa de ópera. Llegaron las giras, la ópera de Viena,
la Scala, el debut americano en San Francisco y más tarde el Met, donde se
convertirá en una de las artistas españolas que más veces actuaron en ese
escenario, como favorita entre 1966 y 1982 en más de una docena de personajes
en 150 funciones.
Disciplinada, rigurosa, modélica, la voz de
Lorengar permanecerá intacta hasta su retiro en 1991 después de recibir el
Premio Príncipe de Asturias junto a Kraus, Domingo, Caballe, Berganza y De los
Ángeles. El suyo es un tipo de soprano particularmente apreciado en el área
germánica donde se la vio como continuadora de una tradición encarnada por
Margarete Teschemacher y Tiana Lemnitz y, claro, Grümmer, por su textura,
color, vibrato rápido como la ilustre Conchita Supervia; un timbre cremoso e
iridiscente, por momentos ahumado, como la mejor Leontyne Price; una voz
flexible, luminosa, extensa y homogénea en todo el registro, ideal para las
heroínas mozartianas que hará suyas (Pamina, Elvira, Fiordiligi, Condesa),
pasando por Marguerite, Mimí, Alice Ford, Manon Lescaut, Liú, Butterfly –
maravillosa junto a Wunderlich, aunque ay, grabada en alemán -, Tatyana,
Violetta, Lisa, Jenufa, Desdémona, hasta llegar a soberbias Elisabetta, el trío
lírico wagneriano – Elsa, Elisabeth y Eva – y una Tosca que se hizo
esperar pero emergerá triunfal de la mano de Lorin Maazel. Su último éxito fue
en el histórico Los Hugonotes berlinés
en 1987 como Valentine, el papel estrenado por Cornelie Falcon. Para entonces
la siempre bella Lorengar reflejaba la heroína romántica sin imitar a nadie,
honesta, expresiva y cabal como pocas. Los berlineses la amaron más que los
españoles, que no pudieron asistir a suficientes actuaciones: no por nada su
biografía recientemente publicada se titula Una aragonesa de Berlín. Por cierto que Lorengar lo era.
Demasiado temprano, su existencia se apagó
mansamente, víctima de cáncer de pulmón. Se retiró de la vida como de los
escenarios: “Lo hago como cuando empecé, sin hacer ruido”, dijo
en aquella oportunidad. Así también cuentan que se fue, canturreando suavemente
una canción folklórica aragonesa. Un tributo más que merecido el film de Arturo
Méndiz.
*PILAR LORENGAR, VOICE & MISTERY, DVD
ARTHAUS MUSIK 109331