Se hizo justicia con Pilar Lorengar

Por Sebastián Spreng

El tiempo pone las cosas en su lugar. Y si no, hay que esperar un poco más. Todo llega. Dos décadas tuvieron que pasar para que se empiece a hacer justicia con Pilar Lorengar, la eximia soprano aragonesa fallecida en 1996 a los 68 años. Lorengar no es la primera estrella del canto lírico español que acude a la memoria; es cierto que antes están Montserrat Caballé, Victoria de los Ángeles y Teresa Berganza, por derecho propio. No obstante, Lorengar bien podría – y debe – integrar ese cuarteto glorioso; cada una diferente, cada una representante de una tradición vocal que se remonta a siglos.

El documental de Arturo Méndiz Pilar Lorengar, voz y misterio es un flamante DVD que viene a reparar en gran parte ese olvido. El director recopila arias y escenas de su extensa carrera, extractos de reportajes y deja a sus parientes, colegas y amigos contar quién era Pilar, la mejor manera de trazar un personaje elusivo, sencillo y poco dado a la publicidad. Una mujer sufrida y una artista hecha y derecha cuyo único trabajo era su voz, y qué voz.

Nacida a poco de finalizada la Guerra Civil, ya en plena Segunda Guerra Mundial, sufrió una infancia de privaciones y pobreza extrema, según nos lo hace saber su hermanastro. Una vida como salida de Dickens: padre alcohólico que abandonó a su familia, dos de sus cuatro hermanos sucumbieron a la enfermedad, un tercero fue dado en adopción y ella fue internada en un colegio de monjas durante siete años. Pero nada detuvo a Pilar Lorengar, que cantaba literalmente desde la cuna y que como “Loren Garcy” costearía sus estudios cantando en cafés-concert en Madrid, donde su maestra fue la gran Ángeles Ottein. Debutó profesionalmente en el teatro de Orán, Argelia en la zarzuela Maruxa. El mal llamado género chico sentó los cimientos para su consagración, incluso filmó dos películas – Último día y Las últimas banderas – y de allí saltó a la ópera. Todos salieron ganando.

El festival de Aix-en-Provence, Glyndebourne, Covent Garden y el Colón de Buenos Aires, donde estrenó mundialmente en 1958 La Zapatera Prodigiosa de Juan José Castro, dirigida por Margarita Xirgú: fueron los trampolines a la fama. En 1961 llega Berlín y su vida cambia para siempre. Allí se casa, hace su nido y obtiene un contrato que será de “por vida” en la reconstruida Deutsche Oper de la Bismarckstrasse. Participa en su triunfal reinauguración como Donna Elvira en Don Giovanni meses después de la súbita construcción del muro que dividiría la ciudad hasta 1989; una noche célebre con Ferenc Fricsay, Dietrich Fischer Dieskau, Walter Berry y la veterana Elisabeth Grümmer, su contraparte, la otra grandísima soprano que también hizo del nuevo Berlín, su hogar. Pilar será su sucesora en esa casa de ópera. Llegaron las giras, la ópera de Viena, la Scala, el debut americano en San Francisco y más tarde el Met, donde se convertirá en una de las artistas españolas que más veces actuaron en ese escenario, como favorita entre 1966 y 1982 en más de una docena de personajes en 150 funciones.

Disciplinada, rigurosa, modélica, la voz de Lorengar permanecerá intacta hasta su retiro en 1991 después de recibir el Premio Príncipe de Asturias junto a Kraus, Domingo, Caballe, Berganza y De los Ángeles. El suyo es un tipo de soprano particularmente apreciado en el área germánica donde se la vio como continuadora de una tradición encarnada por Margarete Teschemacher y Tiana Lemnitz y, claro, Grümmer, por su textura, color, vibrato rápido como la ilustre Conchita Supervia; un timbre cremoso e iridiscente, por momentos ahumado, como la mejor Leontyne Price; una voz flexible, luminosa, extensa y homogénea en todo el registro, ideal para las heroínas mozartianas que hará suyas (Pamina, Elvira, Fiordiligi, Condesa), pasando por Marguerite, Mimí, Alice Ford, Manon Lescaut, Liú, Butterfly – maravillosa junto a Wunderlich, aunque ay, grabada en alemán -, Tatyana, Violetta, Lisa, Jenufa, Desdémona, hasta llegar a soberbias Elisabetta, el trío lírico wagneriano – Elsa, Elisabeth y Eva – y una Tosca que se hizo esperar pero emergerá triunfal de la mano de Lorin Maazel. Su último éxito fue en el histórico Los Hugonotes berlinés en 1987 como Valentine, el papel estrenado por Cornelie Falcon. Para entonces la siempre bella Lorengar reflejaba la heroína romántica sin imitar a nadie, honesta, expresiva y cabal como pocas. Los berlineses la amaron más que los españoles, que no pudieron asistir a suficientes actuaciones: no por nada su biografía recientemente publicada se titula Una aragonesa de Berlín. Por cierto que Lorengar lo era.

Demasiado temprano, su existencia se apagó mansamente, víctima de cáncer de pulmón. Se retiró de la vida como de los escenarios: “Lo hago como cuando empecé, sin hacer ruido”, dijo en aquella oportunidad. Así también cuentan que se fue, canturreando suavemente una canción folklórica aragonesa. Un tributo más que merecido el film de Arturo Méndiz.

*PILAR LORENGAR, VOICE & MISTERY, DVD ARTHAUS MUSIK 109331