Mucha
carga emotiva y fuerte contenido político en la colección Black Dolls (ahora en la Maison Rouge, París), grupo importante de
muñecas hechas entre 1840 y 1870, que fueron atesoradas largos años por Deborah
Ness, abogada estadounidense. Muñecas hechas a mano desgastadas porque pasaron
por muchas manos de niñas y niños hijos de esclavos. La curadora de la muestra,
Nora Philippe, sostiene que la fabricación artesanal de estas dolls que
representan a mujeres, hombres, chicas y chicos de piel oscura expresa un gesto
de resistencia en una época en la cual en las jugueterías solo existían las de
piel clara. Algunas de esas muñecas están delicadamente vestidas, con finos
detalles de terminación, seguramente realizadas con restos de materiales
empleados para los suntuosos trajes de las amas, incluida la crinolina. Cabe
remarcar que muchos de los párvulos que jugaban con estos chiches caseros,
cortados y cosidos por madres y abuelas afro, eran a veces hijos de mujeres
negras que habían sido violados por sus amos. La bochornosa historia de la
esclavitud en los Estados Unidos (en la que colaboraron varios otros países en
la cacería y transporte forzado de seres humanos) no ha sido debidamente
reparada y menos aún saldada en los Estados Unidos.
La felicidad según Varda
La
realizadora del reciente (imperdible) estreno Visages, villages –y de tantos otros films admirables e
innovadores- expone actualmente Une
cabanne de cinéma: La serre du bonheur. Dicha cabaña está construida con
trozos de película de 35 mm, justamente pertenecientes a su película La felicidad (1964). Por cierto, no es
la primera muestra de instalaciones que ofrece esta genial artista, activa y
muy viajera a punto de cumplir los 90. En este caso, se trata de una pequeña
construcción bañada por el sol, las paredes de vidrio de un invernadero
reemplazadas por celuloide, con maceta de girasoles que miran hacia la luz en
una galería de París. “Para ese viejo film es una nueva vida haberlo convertido
en cabaña”, dice AV. “De una manera general no se hace gran cosa para que el
mundo ande mejor. Yo me meto en mi cabañita y pienso en el cine, porque el cine
es compartir. La felicidad era una
película que contaba la utopía de creer que se puede amar a dos personas a la
vez. No era un adulterio sino un deseo de amor que prolifera”. La
musicalización de esta instalación incluye los temas Avant les fôrets, de Bertrand Belin, y Les petits papiers, de Serge Gainsbourg.
El terror de los machistas
A los
76, ella es la abogada norteamericana más célebre y querida, al menos por las
grandes y pequeñas minorías a las que viene defendiendo desde hace añares. Por
otra parte, la abogada Gloria Allred es una campeona en las conferencias de
prensa y los talk shows, donde suele lucirse por su rapidez e inteligencia en la
argumentación y en la réplica. Siempre muy arregladita, amiga de las joyas que
brillan y del tailleur pantalón, Gloria no goza, por cierto, de las simpatías
de gente como Bill Cosby, Tiger Woods, Donald Trump… Es que hace mucho que se
bate por los derechos de las mujeres, los negros y LGBT, un accionar que la ha
llevado a merecer el doc que le dedica Netflix, Seeing Allred. En sus comienzos, Gloria agarraba los casos perdidos
que sus socios del bufete rechazaban: mujeres que clamaban por alimentos para
sus hijos, presas obligadas a parir esposadas, una actriz despedida en los
inicios de un embarazo, en fin, numerosas víctimas de maltrato. Adelantándose a
su tiempo, Gloria hablaba de acoso sexual, de derechos civiles de las mujeres.
En su despacho, cerca de la ventana, hay un telescopio, “para ver qué están
haciendo los malvados”, según le confió a la revista New Yorker. De muy joven,
ella encontró mucho apoyo en su padre, que economizó con esfuerzo para que la
chica pudiera ir a la universidad. También la respaldó su madre, simpatizante
comunista, ama de casa rebelde “que me enseñó a pensar fuera de las normas del
conformismo: quería que yo trabajase para no tener que depender de un marido,
una actitud que en los ’60 no era nada frecuente”.