Noticias de Cristina Peri Rossi: Un breve recorrido por su poesía

Por Reina Roffé

Ilustración de Carolina Ángulo para Rialta.org

Incansable creadora, con sus 82 años cumplidos y un frágil estado de salud, la escritora uruguaya, Premio Cervantes 2021, no ha cesado de publicar nuevos títulos y de ser reeditada en España y en América Latina con la enorme satisfacción de sus leales seguidores, pero también de nuevos lectores que descubren, con asombro, una obra vigente, actual, que siempre se adelanta a su tiempo.

Desde que comenzó a leer -a edad muy temprana-, Cristina Peri Rossi sintió admiración por poetas transgresores como César Vallejo, aquellos -dice en el prólogo a su Poesía reunida, Lumen, 2005- que se “rebelan contra la tradición”. Para ella, “el poeta es un inventor de palabras, un demiurgo, un dios con la facultad de bautizar”.


Sus más de veinte libros de poesía, en su mayoría de temática amorosa, también abordan otros tópicos expositivos relacionados con el desarraigo y la pérdida, mientras dialogan con el ser amado o deseado, o con aquellos inquisidores que remueven su dolor e incitan a la escritora a reflexionar:

“Leyendo el diccionario he encontrado una palabra nueva: / con gusto, con sarcasmo la pronuncio; / la palpo, la apalabro, la manto, la calco, la pulso, / la digo, la encierro, la llamo, la toco con la yema de los / dedos, / le tomo el peso, la mojo, la entibio entre las manos, / la acaricio, le cuento cosas, la cerco, la acorralo, / le clavo un alfiler, la lleno de espuma, / (...)”. Pertenece a su primer libro de poesía, Evohé (1971), pero el quinto de su obra publicada en Montevideo. A partir de Evohé, según declaró, quiso asustar al burgués, “lema de los poetas simbolistas y románticos”, algo que ciertamente logró. Evohé evoca el grito de las bacantes en las ceremonias dedicadas al dios Baco, llamadas bacanales, cuando se liberan los sentidos y la libido se desata, explicó la autora. De ahí que el libro fuera prohibido en el Río de la Plata en una época especialmente álgida y represiva, habitada por Ligas de Moralidad que recorrían las librerías en estrecha colaboración con los censores oficiales.

Una vez instalada en Barcelona, comenzó a escribir los poemas de Estado de exilio (lo que fue sintiendo entre 1973 y 2003). “Tengo un dolor aquí, / del lado de la patria”, dice para comenzar. En otro, “El viaje”, cierra el poema con unos versos estremecedores sobre su travesía: “Partir / es siempre partirse en dos”. En el poema “Montevideo” evoca su lugar de origen: “Nací en una ciudad triste / suspendida del tiempo / como un sueño inacabado / que se repite siempre”. En “Gotán” reflexiona en una misma dirección sobre el hecho de que nada es lo mismo y habla, además, de la cambiante realidad interna: ”No hay Volver /no hay arrabal / Sólo la soledad es igual a sí misma”. En “Cercanías” observa algo que vuelca de forma positiva: “No necesito ir muy lejos / para soñar (...). Y concluye: “Mi ajenidad / -soy la extranjera, la de paso- / es la ciudadanía universal de los sueños”.


En Diáspora (1976), vuelve al tema del exilio, pero también a poemas de índole amorosa; por momentos, melancólicos y, en otros, cáusticos. El libro termina con versos dedicados a la argentina Alejandra Pizarnik, por entonces desconocida en España.

En Lingüística general (1979) continúa con el canto al cuerpo de la mujer desde una mirada femenina. En “Bitácora”, dice: “No conoce el arte de la navegación / quien no ha bogado en el vientre / de una mujer, remado en ella, / naufragado / y sobrevivido en una de sus playas”. En el poema extenso “Nocturno pluvioso en la ciudad” nos refiere la angustia de saber que hay algo que no está, porque la satisfacción nunca es completa: “...es increíble cómo en momentos decisivos algo nos falta / moneda o mirada / cigarrillo o mujer”. Y describe el mundo de afuera: la calle, la soledad urbana, escenas de ciudad y frustración.

Con Estrategias del deseo (2004) continúa su análisis sobre el erotismo y la seducción -tras el paso de Otra vez Eros (1994)-, y nos arroja su singular mirada sobre el amor y el desamor. En el poema que da título al libro, señala: “La palabra no puede decir la verdad / la verdad no es decible...”. Por eso es, ante todo, una indagación, casi obsesiva, acerca de las alternativas e implicaciones de la pasión y la espera. Como indica en su poema “Derrota”, “En el amor está inscripto el desamor”.

En poemarios como éste se va haciendo cada vez más presente la ciudad de Barcelona, residencia de su exilio, mientras asoma un pasado de vivencias montevideanas y despuntan otros ámbitos que son receptáculos de encuentros. La dicha, siempre efímera, produce miedo. “Sólo los insensatos / -o los no nacidos- son felices sin temor”.


La ironía -más que el sarcasmo- aflora en su poesía por la intensidad de su dolor ante un mundo materialista, impiadoso o injusto o por los conflictos que acarrean los deseos incumplidos. Su yo lírico aparece casi siempre con los ropajes de un trovador enamorado, romántica empedernida con sentimientos nostálgicos sobre lo vivido, en un mundo cada vez más deshumanizado.

En Habitación de hotel (2007) exhuma asuntos que también figuran en su narrativa. Mediante una escritura versátil vuelve sobre el amor y la endeblez de las efusiones amorosas, como si todo de pronto se hubiera vuelto más fugaz y pasajero, mientras el deseo fluye en los corredores de los hoteles, de los aeropuertos. Vínculos que se escapan y necesidad de retenerlos, de afianzarse a través de ellos.

En Playstation (2009) despunta un factor que se ha ido incrementando en su escritura poética: la narratividad y el lenguaje coloquial que le permiten examinar de forma más directa las nuevas caras de los centros urbanos y los modos de vida que la gente adopta en ellos para paliar la soledad. Así se van componiendo relatos que giran en torno a cierto encuentro inesperado en un sex-shop, a una intensa noche en un hospital, a citas amorosas y pesadillas recurrentes. Los desencuentros y el aislamiento proliferan y convierten a una máquina en objeto de adicción.


Su último libro de poesía, publicado por editorial Visor en 2023, La ronda de la vida, da cuenta de un cambio o giro en cuanto a la representación del cuerpo, que ahora es contemplado en sus distintas formas y estados. Aparece en él una suerte de corporeidad de la palabra. Cuerpo y enfermedad, soledad y vejez. Y otro tipo de fusión, distinta de aquella de la que tanto y tan bien habló Peri Rossi en otros volúmenes dedicados a la fusión amatoria. Aquí su escritura traza con determinación la línea de su savia vital, el último y poderoso tramo de una búsqueda inextinguible y se constituye en un atlas de pasiones y desconciertos sobre el paño verde de una ruleta. Ya lo anunció Arthur Rimbaud: “el poeta busca en sí mismo todas las formas del amor, del sufrimiento, de la locura, agota todos los venenos para solo conservar las quintaesencias”. Es eso La ronda de la vida, un resumen apretadísimo que avanza en suma lenta, como el goteo del suero en la vena.

 

La ronda de la vida

Editorial Visor. Madrid, 2023

Selección de poemas

 

Vejez

El presente, una delgada lámina de vidrio

que nada refleja ya

el pasado

el Vasa, la pesada nave sueca

cargada de dioses y de diosas

de oro plata y reliquias

tan pesada

que se hundió sin llegar a zarpar

(y se exhibe en falso lago

para que las generaciones futuras

la contemplen sin aprender nada).

 

Como el Vasa

he visto naufragar

a mis dioses y a mis diosas

y conservo menudas reliquias

pecios sin valor

una moneda de oro

una bandera carcomida por el tiempo

un vaso antiguo un flotador

 

y la voluntad de navegar

en un lago muerto

ya sin peces ya sin faros

ya sin flotador.

 

Atardecer

Este largo

lento

atardecer

suspendido

incoloro

suspendido

silencioso

suspendido

sin recuerdos

suspendido

sin evocaciones

suspendido

sin sonidos

suspendido

solo puede ser

la inaudita melodía de las esferas

sonando en el espacio inabarcable

del fin del mundo

largo como la eternidad.

 

Amor tardío

Este amor tardío

con reminiscencias de edades anteriores

instala la ternura junto a la pasión

la complicidad junto al deseo

la armonía desplaza a la disparidad

la certidumbre del espejo

frente a la variedad del mundo

y la quimera se esconde huye

despojada de su mejor arma

la temporalidad.

 

Autobiografía

Viví fuera de la tribu

en las márgenes de las manadas

y conocí el repudio de los jefes

el anatema de los sacerdotes

y la persecución de los soldados.

No fui sin embargo una heroína

sino una excéntrica

es decir alguien que huye del círculo

del triángulo y la televisión.

Amé alguna música y la belleza

tan pasajera como un pájaro que huye

y Fausta embelesada

alguna vez quise retener el instante hermoso

que se esfumó como voluta como viento como ola

como gota de agua como recuerdo.

Ni más

ni menos.

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El museo de los esfuerzos inútiles

Por R.R.


Uno de los mejores libros de relatos de Cristina Peri Rossi es, sin duda, El museo de los esfuerzos inútiles, que dio a conocer en 1983 y ha sido reeditado hace apenas unos meses, en una cuidada edición de Menoscuarto (Palencia, España, 2023).

Todo autor sabe que uno de los géneros literarios más difíciles de la narrativa es el cuento y, especialmente, el microrrelato, que persigue ese anhelo de síntesis y perfección de la gran poesía: sugerir mucho en pocas palabras, además de contar una historia. Pero no cualquier historia, sino aquella que contenga eso que la escritora Eudora Welty llamaba “el misterio de la seducción”. Algo innominado que atrae de inmediato a quien lee: cierto misterio y, a la vez, cierto efecto revelador. Cuando hablamos sobre el arte de narrar y, específicamente, sobre el arte de las formas breves -es decir, desvelar, en pocas líneas, un mundo- pensamos en los escritores y las obras que crearon escuela. Este libro de Peri Rossi, tan citado, y leído en clubs de lectura y talleres de creación literaria, es un buen ejemplo.

Un cuento logrado guarda entre sus páginas una suerte de secreto para que cada lector, a su manera, pueda ir acechándolo. El escritor mexicano Edmundo Valadés solía recomendar a sus colegas más jóvenes que los relatos breves contuvieran “una historia vertiginosa que desembocara en un golpe sorpresivo de ingenio”.

En efecto, con golpes de ingenio están compuestos estos relatos que abordan, además, y resuelven otra cuestión fundamental del género: cómo crear atmósferas de intimidad que vuelvan al lector cómplice de la historia narrada y con un lenguaje que sirva de pasaporte o puente para franquear las puertas de la creación artística, donde el escritor se convierte en un médium capaz de recibir una forma estética y transmitirla a través de ese elemento mágico que es la palabra.

Relatos, algunos de ellos, que avanzan por despojamiento. Privilegian la escritura y se internan en las alternativas que ofrece la prosa hasta convertir el lenguaje en protagonista, lo que nos indica que la escritora uruguaya es, entre otras cosas, una artesana: busca siempre el material apropiado para dar forma a una idea, el adjetivo más lúcido, la imagen más sugestiva, la metáfora más brillante que aparten el texto de la monotonía y lo cubran de hermosas vestiduras, de frases bien hechas que faciliten la elaboración de un argumento irreprochable.

Cuando un autor describe algo o a alguien, señalaba Chéjov, lo tiene que ver y tocar con las manos. Así están creados estos cuentos. Personajes signados a transitar sin sosiego por los bordes sinuosos de la alienación y el miedo, especialmente en los que se exploran las implicaciones de una situación candente del pasado o de nuestro aquí y ahora, que cobran intensidad y tensión dramática por las resonancias que suscitan en el lector y actúan como recuperación de la memoria colectiva. Relatos con aspectos fantásticos, entendiendo lo fantástico, según la definición de Louis Vax, como aquello que “nos sitúa súbitamente en presencia de lo inexplicable”.

El cuento que da título al libro compendia de forma magistral la cantidad de esfuerzos inútiles, a veces absurdos e innecesarios, que el ser humano se ve abocado a realizar para sobrevivir en sociedades regidas por burocracias brutales y normas sin sentido que arrinconan a los seres humanos que, como títeres que alguien manipula, dan pasos en falso sobre un escenario de cartón piedra. Las frustraciones se van acumulando con cada intento. Son perdedores en el laberinto kafkiano de días que transcurren sin dicha ni beneficios. Treinta relatos que, por algunos de sus títulos -“En la cuerda floja”, “Sordo como una tapia”, “Punto final”, “El tiempo todo lo cura”, entre otros-, parecen haber sido escritos a partir de dichos y sentencias populares que se cargan de significado para desgranar, a partir de esos lugares comunes o de creencias limitantes, todo aquello que nos condiciona y, consecuentemente, impide alcanzar la meta o la felicidad anhelada. Aunque también están aquellos que, como en el magnífico relato “En la cuerda floja”, los protagonistas logran, con sus acciones, -por más inverosímiles que éstas sean y tal vez por eso mismo, por esas briznas de locura y excentricidad- despertar la admiración de otros que desean rabiosamente imitarlos.

“El arte de narrar es un arte de la duplicación; es el arte de presentir lo inesperado; de saber esperar lo que viene, nítido, invisible, como la silueta de una mariposa contra la tela vacía”, dijo Ricardo Piglia en su obra Formas breves. “Sorpresas, epifanías, visiones. En la experiencia siempre renovada de esa revelación que es la forma, la literatura tiene, como siempre, mucho que enseñarnos sobre la vida”.

Esa vida que cincelamos y reproducimos, latente en cada página de los relatos de Peri Rossi: hambrienta, necesitada de imaginación, volcada a recrearse eternamente, a perder un día sí y otro no el punto final.