Buenas noches, gentil príncipe

Por Moira Soto 

Jacques Perrin en Piel de Asno

Por una vez, dejemos de despotricar contra los príncipes azules de los cuentos de hadas, resucitadores o despertadores de princesas atacadas por madrastras malvadas o por hadas madrinas resentidas sociales que no fueron invitadas a un bautismo.

Porque se ha muerto Jacques Perrin que fue un príncipe adorable en Piel de Asno (1970), versión musical del maestro Jacques Demy, un delirio visual que seguía los avatares del transgresor cuento original de Perrault: el rey (majestuoso Jean Marais) promete a su esposa, ya en el lecho de muerte, que solo se casará con una mujer tan bella y virtuosa como ella. Debiendo contraer matrimonio para asegurar un heredero, después de mucho elucubrar, el soberano advierte que únicamente su hija, la princesa Catherine Deneuve, reúne las condiciones buscadas. Por fortuna, la joven tiene un hada madrina divina (Delphine Seyryg) que la alecciona para que exija regalos inalcanzables. Pero el rey consigue vestidos del color del tiempo, de la luna y del sol. Y hasta uno con la piel del asno mágico que excretaba joyas que sostenían las finanzas del reino. Ni corta ni perezosa, la princesa se calza la susodicha piel y huye lejos del incesto. Encuentra empleo en un criadero de chanchos y sabe adaptarse a las nuevas circunstancias. El joven y apuesto príncipe de ese reino, Jacques Perrin, la avista y cae rendido, se recontraenamora de la bella, tanto que se enferma de ese amor. Desde la cama, exangüe, pide que Piel de Asno le cocine un gâteau para sanarlo. Cuando llega a sus manos la torta, el dulce príncipe encuentra un anillo entre la crema chantilly, y no descansará hasta encontrar a la mujer que le calce perfecto. Como Ceni, Piel es la última de la fila, supuesta plebeya a la que la alhaja le va como anillo al dedo. Final doblemente feliz (ideado por el bueno de Demy): el rey y la despabilada hada madrina descubren que son tal para cual.

La ragazza con la valigia

Hijo de Alexandre Simonet, prestigioso director de teatro, y de la actriz Marie Perrin, el adolescente Jacques estudió actuación en el conservatorio parisino y obtuvo su primer papel importante en 1960, a los 19, en La ragazza con la valigia, poética realización del italiano Valerio Zurlini. La ragazza era la radiante Claudia Cardinale, a los 21, también en su primer gran papel. Esta muchacha pobre, cantante de clubes nocturnos, ha dejado todo para seguir a un chico adinerado que le promete contactarla con empresarios, pero luego de cinco días de farra corrida se la quiere quitar de encima. El muy cobarde, escapa en su coche supersport, dejando a Aída varada en una estación de servicio, con su valijita a cuestas. Ella va a la mansión del tipo y se encuentra con el hermano menor, Lorenzo -el guapo Jacques-, que se apiada de las lágrimas de la ragazza y la acompaña a un hotelucho. Vuelven a verse, él le presta dinero y la lleva al caserón cuando no hay nadie. Ella se da un baño después de elegir una bata que se pone para bajar la gran escalera justo en el momento en que el joven hace sonar el aria Celeste Aída… (Es decir, el comienzo de la ópera de Verdi, donde Radamés expresa su deseo de ser el jefe de las tropas egipcias para liberar a Aída, la esclava etíope: Se quel guerrier io fossi…). Instintivamente, la chica se envuelve la cabeza en una toalla rayada, a modo de turbante y sigue el ritmo musical. Lorenzo siente que tiene que reparar el daño hecho por su hermano, pero a la vez se enamora perdidamente. Y no, no pasa nada. Valerio Zurlini filma con contenida ternura lo que no puede ser porque las diferencias que los separan son insalvables. El cura trucho que le da clases al adolescente la tiene bien clara e impone orden. Pero no puede evitar que suceda una gran historia de amor entre los dos desamparados: uno hace su penoso aprendizaje, la otra ya sabe demasiado del lado B de la vida.

El pueblo migrador

Aunque en su recorrido artístico encarnó roles diversos y fue paralelamente productor y director, Jacques Perrin quedó en cierta forma marcado por el personaje de Lorenzo que Zurlini creó a su medida, y que fuera interpretado con tanta hondura por el talentoso principiante que prontamente fue llamado por grandes directores (Pierre Schlöendorff, Clouzot, Bolognini, Costa-Gravras…). Muy joven, en 1968, Parrin funda su propia sociedad de producción, Galatée Films, ampara a obras del nivel de Z, Estado de sitio, Sección especial. Sin dejar la actuación (Cinema Paradiso, 1989, por caso), se embarca personalmente en documentales que remiten a la naturaleza como Microcosmos (1995) o el prodigioso El pueblo migrador (2002), film que además dirige. Activista en favor de la ecología, actuó por última vez en Goliath, producción estrenada en 2022 en Francia, una investigación sobre pesticidas inspirada en el affaire Monsanto y el uso agroindustrial de herbicidas con glifosato. Siempre coherente con sus principios, JP interpreta a un científico retirado.

En 2021

Rosalie Varda, hija de Agnès Varda antes de que la directora se casara con Jacques Demy, muy dolida por la muerte de Jacques Perrin recuerda emocionada el gozoso rodaje de Las señoritas de Rochefort (1967) cuando aún era una niña: “Los dos Jacques eran jóvenes y bellos. Todo el equipo iba a bailar todas las noches. Demy pidió a Perrin que aclarase su pelo, pero no le gustó el resultado. Entonces le aplicó agua oxigenada, y quedó formidable. El personaje de Maxence quedó en la memoria afectiva del público como el marinerito romántico que idealiza el amor y no cesa de buscarlo. Maxence era un personaje de novela que se parecía a Demy, quien poco después llamó a Perrin para Piel de Asno, donde lo vistió con ropajes increíbles en su mezcla de épocas que mi príncipe llevaba con real naturalidad, sin caer jamás en el ridículo. Es el único actor que ha tenido éxito al encarnar a un príncipe de cuento de hadas. Amo la secuencia onírica donde Jacques Perrin y Catherine Deneuve hacen todo lo que está prohibido. Demy escribió para Perrin roles de una total modernidad. La última vez que hablé con él fue hace pocos meses, le hacían un homenaje en Valencienne. Yo no podía asistir y mandé un pequeño montaje con extractos de un film en super 8 que hizo mi madre durante el rodaje de Piel de Asno. Al día siguiente, Jacques me llamó y hablamos. Era tan delicado Jacques… Hoy he perdido a mi príncipe, lo que no es poco decir”.


Piel de asno

Las señoritas de Rochefort